Bluefenix
Bug oculto de Darth
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Prologo: viewtopic.php?f=3&t=83650
[BBvideo 425,350:23odpqjz]http://www.youtube.com/watch?v=EvWH1KKOsoY&t=959s[/BBvideo]
Año 1479 C.V. 15 del apogeo del verano.
Hace ya varios días de mi llegada a Athkatla. Mi viaje por mar resulto tranquilo y en parte irreal, aun no me puedo creer que haya abandonado mi hogar por escapar de un crimen que no he cometido y el futuro no se presenta del todo prometedor.
Las tierras del sur son… extrañas. Algunas cosas me recuerdan a la ciudad de los esplendores pero otras son cuando mas exasperantes. Su política es intrigante y sus gentes dispares. Me he adaptado bien al acento sureño para mi descanso, pero la bolsa de plata que me dejo mi madre no tardo mucho en perder su peso y ser sustituida por mísero cobre. Los placeres no son baratos en esta ciudad que parece dispuesta a tragarse hasta mi última moneda y solo la estancia en la posada de las 5 Jarras, donde me hospedo por el momento, me ha dejado poco con lo que subsistir. Supongo que es de agradecer, ya que no he tenido que quedarme en una sucia taberna de los barrios bajos donde se esconden los criminales de esta ciudad, o en algún hospicio a compartir cama con algún pordiosero mugriento.
Necesitaba trabajo y así lo he hecho, ofreciendo mis servicios como espada de alquiler, mensajero o cualquier cosa que me pudiere dar algo de margen. He conseguido algo de oro trabajando en una herrería local y también he prestado algún servicio como mensajero en los establos. Lo mejor de este segundo trabajo es que el propietario del establo me ha concedido una montura temporal hasta que pueda comprar una propia.
Hasta el momento he procurado mantener un bajo perfil, mas no parece que haya nadie buscándome en esta ciudad por el momento, supongo que es algo de agradecer a mi madre que dispusiera todo para mi rápida partida de Aguas Profundas.
…
Mi último trabajo ha sido especialmente lucrativo. Gracias al Justo pude escuchar a una pareja de aventureros que hablaban de transportar un cargamento de artículos arcanos cuando hallabame en los terrenos a las puertas de la capital, la propietaria de la caravana, una dama de rosto oculto por un velo llamada Lyra Duskborn, pedía a su guía una escolta adecuada para el camino a la ciudad de Nashkel, pasada la cordillera de los Picos de las Nubes. Y con apenas dos platas en mi bolsillo me decidí a unirme a dicho viaje como escolta.
La primera parte del trayecto fue mayormente tranquila, salvo por la aparición de un explorador orco en los caminos, que despache a lomos de mi montura. La propietaria de la caravana resulto un tanto sospechosa al negarse a pasar por los puestos de vigilancia de los caminos y ante su negativa a dejar ver su rostro decidimos contratar una embarcación para cruzar el río Alandor.
Caída la noche y con la segunda mitad de nuestro trayecto pendiente, aprovechamos para conocernos mejor los integrantes de la caravana. El guía Anhol incluso sugirió que podría contratarme nuevamente al contarles mis problemas económicos, mas cedió cuando la dama Azalea me sugirió unirme a su banda de aventureros, que responde como “Los Grifos de Shatar”. He de admitir que la dama elfa me callo bien, mas aun cuando dijo proceder como yo de la ciudad de los esplendores. Quizás por eso o bien porque sabía que necesitaría mas oro si deseaba conseguir la ciudadanía, acepte su oferta.
A la mañana siguiente realizamos el ascenso al paso hacia la ciudad de Nashkel, mas en lo alto de las cumbres algo espanto a las bestias de carga, que nos arrastraron hasta un pequeño valle oculto entre las montanas, y en este a una pequeña villa con menos de una docena de humildes cabañas. Copo de Nieve llamaron a la villa algunos, y mientras intentábamos hacer que las bestias volvieran sobre sus pasos nos topamos con otro grupo de aventureros.
Según parecía, la villa había sido saqueada recientemente por osgos y otros seres que vivían en las cumbres heladas y decidimos prestar ayuda, temiendo que dichas bestias pudieran atacarnos en nuestro camino de continuarlo.
Seguimos los rastros de las criaturas subiendo por las montañas, donde el aire es frío como el beso del acero e igualmente falto de consuelo. Poco me falto para desvanecerme ante la dificultad de respirar por primera vez ante semejante altura, mas nos impusimos a los elementos de la mejor manera que encontramos.
Llegado un momento nuestro ascenso llego a una empinada pared de hielo a lo alto del glaciar, y ascendimos con dificultad por la helada cuesta hasta hallar el escondrijo de las bestias. Kobolds y osgos nos recibieron con filos prestos y los enfrentamos en combate directo
Me avergüenza decir que a pesar de mi habilidad como espadachín fui superado por los kobolds, que en un momento dado me derribaron y sobrepasaron. Por suerte la dama Alys de Lathander pudo atender mis heridas antes de que pasaran a ser fatales.
Terminado el enfrentamiento pudimos encontrar los tesoros robados y extinguir la amenaza sobre la villa y nuestra caravana. Y aunque el regreso fue algo aparatoso, pudimos retomar el camino y finalizar el trabajo. Para alegría de mi bolsillo y de mis helados huesos.
…
Desde el día que fui herido en las cumbres, me es complicado conciliar el sueño. Ni siquiera en los suaves brazos de las chicas del burdel de Alindra encuentro consuelo. Quedo en vela hasta caer dormido, tocando el arpa para mantenerme despierto, mas tarde o temprano los sueños vuelven y se repiten.
Me veo a mi mismo, desnudo en total oscuridad mas mis ojos ven. En mi mano diestra un cuchillo y un colgante en mi zurda. Reconozco ambos objetos al momento, pues ambos me vinculan a la noche fatídica. El cuchillo esta ensangrentado aun, como lo vi la primera vez en la habitación de Olena, cuando la vi con la garganta abierta en un grito agónico y silencioso. El colgante, de bronce y en forma de corazón en llamas, una de las pocas posesiones que dejo mi madre en mi macuto, aquel día que escape, también está manchado con la sangre.
Miro ambos hasta percatarme de que la sangre no es de una víctima inocente, si no mía. Mis muñecas están atravesadas por sendos clavos, de los que penden cadenas. Mi propia sangre me aterra, los artefactos caen de mis manos al vacio que se extiende bajo mis pies. Hasta que siento que algo tira de mi brazo derecho. La cadena sujeta un plato y el plato el cuchillo, y su peso me arrastra al vacio. La cadena izquierda es liviana y aun con el colgante sobre ella me da fuerza para alzarla, pero me sigo hundiendo hacia mi lado izquierdo, como una balanza mal ajustada.
Alto sobre mí, un brillante par de ojos llameantes me observan y me juzgan desde los cielos oscuros. A su alrededor otros cinco pares menores, que se funden y como cinco pequeñas estrellas fugaces descienden sobre mí como flechas. Su luz es bella y temible y pasan junto a mí, esquivando mi frágil cuerpo desnudo y ensangrentado. Mas los platos de la balanza los esperan ansiosos, para arrastrarme al abismo bajo aquella mirada ardiente
Así concluye mi sueño. Mas la presión en mi pecho me acosa aun y las muñecas me duelen como si en verdad hubieran sido atravesadas por frío hierro. Me consuelo pensando que no es más que un sueño, mas temo que haya algo más. ¿Una premonición? ¿Una advertencia? ¿Una amenaza? No lo sé. Más creo que empieza a afectarme en mi mente.
Creo que necesito un trago.
[BBvideo 425,350:23odpqjz]http://www.youtube.com/watch?v=EvWH1KKOsoY&t=959s[/BBvideo]
Año 1479 C.V. 15 del apogeo del verano.
Hace ya varios días de mi llegada a Athkatla. Mi viaje por mar resulto tranquilo y en parte irreal, aun no me puedo creer que haya abandonado mi hogar por escapar de un crimen que no he cometido y el futuro no se presenta del todo prometedor.
Las tierras del sur son… extrañas. Algunas cosas me recuerdan a la ciudad de los esplendores pero otras son cuando mas exasperantes. Su política es intrigante y sus gentes dispares. Me he adaptado bien al acento sureño para mi descanso, pero la bolsa de plata que me dejo mi madre no tardo mucho en perder su peso y ser sustituida por mísero cobre. Los placeres no son baratos en esta ciudad que parece dispuesta a tragarse hasta mi última moneda y solo la estancia en la posada de las 5 Jarras, donde me hospedo por el momento, me ha dejado poco con lo que subsistir. Supongo que es de agradecer, ya que no he tenido que quedarme en una sucia taberna de los barrios bajos donde se esconden los criminales de esta ciudad, o en algún hospicio a compartir cama con algún pordiosero mugriento.

Necesitaba trabajo y así lo he hecho, ofreciendo mis servicios como espada de alquiler, mensajero o cualquier cosa que me pudiere dar algo de margen. He conseguido algo de oro trabajando en una herrería local y también he prestado algún servicio como mensajero en los establos. Lo mejor de este segundo trabajo es que el propietario del establo me ha concedido una montura temporal hasta que pueda comprar una propia.
Hasta el momento he procurado mantener un bajo perfil, mas no parece que haya nadie buscándome en esta ciudad por el momento, supongo que es algo de agradecer a mi madre que dispusiera todo para mi rápida partida de Aguas Profundas.
…
Mi último trabajo ha sido especialmente lucrativo. Gracias al Justo pude escuchar a una pareja de aventureros que hablaban de transportar un cargamento de artículos arcanos cuando hallabame en los terrenos a las puertas de la capital, la propietaria de la caravana, una dama de rosto oculto por un velo llamada Lyra Duskborn, pedía a su guía una escolta adecuada para el camino a la ciudad de Nashkel, pasada la cordillera de los Picos de las Nubes. Y con apenas dos platas en mi bolsillo me decidí a unirme a dicho viaje como escolta.
La primera parte del trayecto fue mayormente tranquila, salvo por la aparición de un explorador orco en los caminos, que despache a lomos de mi montura. La propietaria de la caravana resulto un tanto sospechosa al negarse a pasar por los puestos de vigilancia de los caminos y ante su negativa a dejar ver su rostro decidimos contratar una embarcación para cruzar el río Alandor.

Caída la noche y con la segunda mitad de nuestro trayecto pendiente, aprovechamos para conocernos mejor los integrantes de la caravana. El guía Anhol incluso sugirió que podría contratarme nuevamente al contarles mis problemas económicos, mas cedió cuando la dama Azalea me sugirió unirme a su banda de aventureros, que responde como “Los Grifos de Shatar”. He de admitir que la dama elfa me callo bien, mas aun cuando dijo proceder como yo de la ciudad de los esplendores. Quizás por eso o bien porque sabía que necesitaría mas oro si deseaba conseguir la ciudadanía, acepte su oferta.
A la mañana siguiente realizamos el ascenso al paso hacia la ciudad de Nashkel, mas en lo alto de las cumbres algo espanto a las bestias de carga, que nos arrastraron hasta un pequeño valle oculto entre las montanas, y en este a una pequeña villa con menos de una docena de humildes cabañas. Copo de Nieve llamaron a la villa algunos, y mientras intentábamos hacer que las bestias volvieran sobre sus pasos nos topamos con otro grupo de aventureros.
Según parecía, la villa había sido saqueada recientemente por osgos y otros seres que vivían en las cumbres heladas y decidimos prestar ayuda, temiendo que dichas bestias pudieran atacarnos en nuestro camino de continuarlo.
Seguimos los rastros de las criaturas subiendo por las montañas, donde el aire es frío como el beso del acero e igualmente falto de consuelo. Poco me falto para desvanecerme ante la dificultad de respirar por primera vez ante semejante altura, mas nos impusimos a los elementos de la mejor manera que encontramos.

Llegado un momento nuestro ascenso llego a una empinada pared de hielo a lo alto del glaciar, y ascendimos con dificultad por la helada cuesta hasta hallar el escondrijo de las bestias. Kobolds y osgos nos recibieron con filos prestos y los enfrentamos en combate directo
Me avergüenza decir que a pesar de mi habilidad como espadachín fui superado por los kobolds, que en un momento dado me derribaron y sobrepasaron. Por suerte la dama Alys de Lathander pudo atender mis heridas antes de que pasaran a ser fatales.
Terminado el enfrentamiento pudimos encontrar los tesoros robados y extinguir la amenaza sobre la villa y nuestra caravana. Y aunque el regreso fue algo aparatoso, pudimos retomar el camino y finalizar el trabajo. Para alegría de mi bolsillo y de mis helados huesos.
…
Desde el día que fui herido en las cumbres, me es complicado conciliar el sueño. Ni siquiera en los suaves brazos de las chicas del burdel de Alindra encuentro consuelo. Quedo en vela hasta caer dormido, tocando el arpa para mantenerme despierto, mas tarde o temprano los sueños vuelven y se repiten.
Me veo a mi mismo, desnudo en total oscuridad mas mis ojos ven. En mi mano diestra un cuchillo y un colgante en mi zurda. Reconozco ambos objetos al momento, pues ambos me vinculan a la noche fatídica. El cuchillo esta ensangrentado aun, como lo vi la primera vez en la habitación de Olena, cuando la vi con la garganta abierta en un grito agónico y silencioso. El colgante, de bronce y en forma de corazón en llamas, una de las pocas posesiones que dejo mi madre en mi macuto, aquel día que escape, también está manchado con la sangre.
Miro ambos hasta percatarme de que la sangre no es de una víctima inocente, si no mía. Mis muñecas están atravesadas por sendos clavos, de los que penden cadenas. Mi propia sangre me aterra, los artefactos caen de mis manos al vacio que se extiende bajo mis pies. Hasta que siento que algo tira de mi brazo derecho. La cadena sujeta un plato y el plato el cuchillo, y su peso me arrastra al vacio. La cadena izquierda es liviana y aun con el colgante sobre ella me da fuerza para alzarla, pero me sigo hundiendo hacia mi lado izquierdo, como una balanza mal ajustada.
Alto sobre mí, un brillante par de ojos llameantes me observan y me juzgan desde los cielos oscuros. A su alrededor otros cinco pares menores, que se funden y como cinco pequeñas estrellas fugaces descienden sobre mí como flechas. Su luz es bella y temible y pasan junto a mí, esquivando mi frágil cuerpo desnudo y ensangrentado. Mas los platos de la balanza los esperan ansiosos, para arrastrarme al abismo bajo aquella mirada ardiente
Así concluye mi sueño. Mas la presión en mi pecho me acosa aun y las muñecas me duelen como si en verdad hubieran sido atravesadas por frío hierro. Me consuelo pensando que no es más que un sueño, mas temo que haya algo más. ¿Una premonición? ¿Una advertencia? ¿Una amenaza? No lo sé. Más creo que empieza a afectarme en mi mente.
Creo que necesito un trago.