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Talona

Caesseth

Perro de Dan
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«Entre oscuros lirios escoltados por creciente musgo, una solitaria gema de ámbar era hallada. Al igual que si de una piedra de jaspe se tratase, la bendición de la Diosa se cernía sobre aquellos que la habían descubierto. No obstante, tan pronto como cálidas yemas la envolvían, el cristal se quebraba y con él el milagro se tornaba fúnebre —sabía entonces el talontar, que moriría, fruto de la más impía enfermedad.»
Poco queda de aquella pálida, inocente y voluptuosa mujer que, Talona, antaño fue. Alta, demacrada, con una melena desatendida y unos ojos vacíos de toda esperanza, la marca de los años y la enfermedad han marchitado su cuerpo. La belleza, y la tentación que ahora sólo baile puede evocar, se ha visto reemplazada por cicatrices desfigurativas y una silueta que sólo la hambruna puede lograr. Demolida, por el peso de duros años y enfermedades horribles, culmina su rostro con tatuajes de textos religiosos —y, por allí por donde camina, sólo infortunio y muerte osan seguirle. Los teólogos, no pueden evitar encontrar en ella una figura “extraña”, avariciosa y petulante como una niña; más, caprichosa, dolida y rencorosa como una amante que además de traicionada ha sido desterrada.
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El poder de la Dama del Veneno, mengua lentamente después de cada gran plaga que azota Faerûn. Cuando ésta se siente vulnerable, desata oleadas de miseria y muerte a través de la enfermedad que su marchito toque —encarnado en alargados dedos esqueléticos que parecen no conocer límites— es capaz de proporcionar a voluntad. Así, Talona recibe un nuevo torrente de súplicas que buscan desesperadamente su piedad; fortaleciéndose y revitalizándose, únicamente para volver a menguar en atención gradualmente. Habita entonces un devenir que alterna, perpetuamente, ciclos de indiferencia y cúspides de devastación que componen la antesala de su apaciguamiento. En diversos acontecimientos históricos, el poder de la Madre de todas las Plagas se ha mantenido en una posición exaltada; como sucedió durante la Gran Plaga del Mar interior (1317 DR a 1323 DR), en el año de la Muerte Señalante (1253 DR), a lo largo del Año del Cáliz Vacío (1252 DR), a través del Año del Azote (1150 DR) y en la Guerra Pútrida (902 DR). Durante el año 75 DR, fue su conflicto con la demideidad Kiputyttö la que le concedió tal grandeza.

Incluso si algunos textos antiguos mentan a la propia Talona bajo el nombre de “Kiputyttö”*, siempre se trató de una rival que no dudó en intentar igualar la potencia destructiva de la Diosa sobre el estado superviviente Netherino de Asram. Nutriéndose de las plegarias y ofrendas de aquellos que buscaban apaciguar la cólera de cada deidad, la mortalidad de las plagas empleadas únicamente ascendió, llegando a emerger incluso —según algunos eruditos— padeceres de naturaleza mágica. Los recursos curativos de los diferentes credos del lugar no pudieron hacer frente a la demanda que el mórbido duelo producía, y, en el transcurso de un mes, incluso aquellos que abandonaron el estado terminaron por perecer fruto de la enfermedad; quedando completamente aniquilada la población de Asram. Asesinada Kiputyttö, el símbolo de Talona cambió su orientación y sus colores.
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Offtopic :
*. En el folklore finés, Kiputyttö (“Chica Dolor”/“Hija de la Tortura”), es un espíritu conocido por efectuar conjuros capaces de aliviar o provocar dolor físico y emocional. Debido a esto, se le reconoce como una Diosa del Dolor y la Enfermedad, diferenciándose de otras entidades de misma índole por su carácter melancólico. Usualmente hallada en una colina llamada Kipumäki, sobre el cruce de tres ríos, llora mientras crea piedras de dolor —agujereándolas para maldecir o sanar, antes de arrojarlas al fondo de las aguas cercanas. Es una de las hijas de Tuoni, el Rey y Dios finés del Inframundo, junto a Loviatar y otras tres doncellas que comparten sus dominios. Talona, está basada en ella.
En la Runa 45 de Kalevala, se recoje una plegaria a Kiputyttö que dice así...
Kiputyttö, Tuonen neiti,
Kiputyttö, hija de Tuoni
joka istut kipukivellä
sentada en el monte de la angustia
joen kolmen juoksevassa,
en la unión de tres ríos,
veen kolmen jaka'imessa
convirtiendo piedras de dolor y tortura
jauhaen kipukiveä, Kipuvuorta väännätellen!
¡aleja estas enfermedades caídas!
Käy kivut kereämähän kitahan kiven sinisen,
a través de las virtudes de la piedra azul,
tahi vieretä vetehen,
guíalas por las aguas,
syytäise meren syvähän,
húndelas en las profundidades del océano,
tuulen tuntumattomahan,
donde los vientos jamás las encontrarán,
päivän paistamattomahan!
¡donde la luz del Sol jamás entra!

Ficha técnica

  • Símbolo. Tres lágrimas venenosas sobre un triángulo púrpura.
    Plano natal. Eriales de la ruina y desesperación.
    Alineamiento. CM.
    Ámbitos. Enfermedad, veneno.
    Aliados. Bhaal (muerto), Bane, Shar.
    Enemigos. Chauntea, Loviatar, Ílmater, Mielikki, Silvanus, Shiallia, Kélemvor, Tyr, Liira, Sune.
    Alineamiento del clero. CM, NM, CN.
    Dominios. Caos, Destrucción, Mal.
    Arma predilecta. Mano sarnosa (impacto sin arma).
    Colores eclesiásticos. Gris, verde, gris verdoso.
    Adoradores. Asesinos, enfermos, druidas, sanadores, hombres-rata.
Al igual que la mayoría de las deidades que comparten sus inclinaciones morales, la Dama del Veneno es más temida que adorada y lo ideal es evitar todo lo posible su atención en lugar de buscarla activamente. Aquellos que escuchan su llamada, a pesar de variar en procedencia, suelen ser enfermos o deformes que han sido marginalizados. Entre estos indivíduos, aquellos que sirven a Talona suelen ser los más crueles y escurridizos —siendo en especial, sus clérigos y druidas, muy capaces y especialmente sádicos. Si bien el conjunto de sus devotos es amparado por el término “talonitas”, estos últimos son conocidos como “talontar” y suelen ser partícipes tanto de escarificaciones corporales como de tatuajes faciales religiosos. La Madre de todas las Plagas, se presenta como una figura maternal para estos individuos incluso si odia la violencia y prioriza fortalecer a su clero a interceder directamente por ellos cuando están bajo riesgo. En tales escenarios, ignora a los atacantes, dejando que aquellos que osen agredir su silueta sean ajusticiados por la marchitación que le acompaña.

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Donde la muerte y la enfermedad abundan, como en los campos de batalla, la del Beso Mortal es capaz de personarse como una radiación ambarina que —similar a una danzarina llama— es capaz de teleportarse a escasa distancia. Incapaz de emitir sonidos en tal forma, la Diosa opta por plasmar candentes letras sobre cualquier superficie orgánica. Sin embargo, es también capaz de obsequiar a sus devotos impías visiones que transmiten sus designios. A veces, es el rápido crecimiento de lirios negros u hongos ponzoñosos lo que delata su presencia —así como la aparición solitaria de gemas de ámbar o jaspe. Incluso si ambas son interpretadas por el talontar, como el favor de la Dama del Veneno, de quebrarse, la una simboliza la inminente defunción por obra de una enfermedad; y la otra, el fatídico hacer de un veneno.

Tratándose de una fe que promueve muerte y enfermedad, la Iglesia de Talona opera de manera clandestina incluso en aquellas regiones en las que se profesa una devoción más ferviente a causa de los padeceres relampagueantes que allí proliferan. Padeceres, cuya autoría es habitualmente reclamada al culto, contrayendo así una peligrosa deuda con estos. Cuando una nación o ciudad-estado destierra, condena o castiga a un talontar —sea cual sea la razón, culpable o no— los devotos de la Diosa trabajan en forzar una plaga en aquel lugar para impartir una lección de humildad como respuesta a tal insulto. Los rumores afirman, así mismo, que algunos talontar sin escrúpulos han elegido ocasionalmente a individuos especialmente ricos para dichos castigos —enfermándolos, para reclamar posteriormente, a través de amenazas y extorsión, sus riquezas y propiedades como legítimas de la Iglesia. Aún en aquellos casos en los que se hacen con alguna propiedad, los devotos de Talona habitúan a reunirse en catacumbas secretas bajo ciudades o ruinas en la espesura. Sus templos, suelen ser subterráneos, construidos sobre escombros de alcantarillados inundados o en grutas húmedas repletas de hongos.

Aquellos que se consagran a la senda de la Plaga, son enseñados que si respetan la muerte y todos aquellos poderes que pueden influir en esta, ese conocimiento les permitirá ser más longevos. Se les inculca, así mismo, que aquellos que se creen invencibles por las riquezas que poseen, por sus poderosos conjuros, o por su capacidad de empuñar un filo con destreza, aprenderán respeto y humildad a través del aliento de Talona —el gran igualador. Lo que parece motivar al talontar en su día a día, es una búsqueda constante de dicho respeto; el cuál es debido a la deidad por su potencial devastador, así como a los usuarios de sus dones divinos. Incluso si las manos de la Diosa son capaces de sanar cualquier dolencia —incluidas maldiciones, geas, licantropía y amputaciones—, el regalo que guarda a sus fieles, es un mortífero beso de precaras consecuencias.

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Mediante sus labios, la del Beso Mortal, envía decenas de letales enfermedades a través de los cuerpos de sus devotos. Cuando estos, reducidos por un ardiente dolor, están en las puertas de Kélemvor, son traídos de vuelta a través de la saliva de Talona que compone un antídoto polivalente. Entran entonces en un éxtasis sin precedente, cuya carga ritualística despierta en ellos un deseo de volver a sentir el abrazo de su Diosa —fantaseando con el día en el que volverán a ser premiados de tal modo. Esta purga limpia el cuerpo de toda debilidad e imperfección, en lugar de provocar una inmunidad personal como sí lo hacen las inoculaciones a las que los clérigos de Talona se someten durante sus viajes continuamente. Benditos y protegidos, los devotos interceden por los enfermos y explotan sus resistencias a veneno y enfermedad en oficios que les permiten abusar de sus cualidades.

Por allí por donde los devotos de Talona pasan, esparcen rumores que aumentan la reputación de la Madre de todas las Plagas. Venden venenos, antídotos, medicinas e investigan silenciosamente nuevos brotes y aflicciones a los que habituarse. Cuando alzan sus altares en la espesura, lo hacen en pantanos y marjales, allí donde más mosquitos habiten y más hedor a descomposición abunde. Rodean diferentes estructuras de viales de veneno, y desfiguran aquellas gárgolas que encuentran para asemejarlas a mortales azotados por distintas enfermedades. Dentro de su ética, incluso si la muerte y la vida están en equilibrio, esta segunda sólo prevalece por la abundancia de la procreación —siendo la muerte, la lección que a todos espera, donde se hospeda el verdadero poder.

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Habitualmente, los devotos de la Dama del Veneno, envuelven sus magullados cuerpos en túnicas verdes de simbología dorada. No obstante, cuando se preparan para ardúos combates, se decantan por armaduras negras y moradas —decoradas, siempre, con afilados pinchos oxidados en cantidades excesivas. Sus sacerdotes, así mismo, suelen portar dagas ceremoniales envenenadas que no dudan en emplear fuera de los ritos religiosos; apoyándose en ellas, para librarse de un oponente molesto. En los rituales, son ropajes grises y verdes los que toman el protagonismo —ropajes, que jamás deben coserse, a pesar de ser lavados. Las mangas de estos, cuanto más ajadas, más veteranía indican, yendo casi desnudos los devotos más longevos. Finalmente, en sus antebrazos y codos, pueden encontrarse cuelga-codos de metal oscuro.
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Tres veces al día, los devotos se arrodillan en búsqueda de su Diosa mediante plegarias. Cada doce días, festivales sagrados —denominados “daernuth”— son llevados a cabo mediante espectáculos abiertos donde los talonitas venden venenos y antídotos. Prueban, así mismo, sus inmunidades ante los espectadores a través de filos oxidados y diferentes toxinas. Los diagnósticos, son cobrados normalmente por cien monedas de oro. No obstante, la festividad más importante del culto, es anual. En ella, los neófitos son iniciados oficialmente a la fe, en ritos privados donde todo el clero se somete a autolesiones, escarcificaciones y tatuajes ritualísticos. En dicho rito, aquellos más agraciados pierden gran parte de su belleza física —más aquellos más desafortunados, ganan seguridad en sí mismos, así como un nuevo propósito.

«[...] Y si la voluntad de Talona ha de hacerse a través de la punta de una daga envenenada, así se hará.»
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Incluso si la Iglesia de Talona posee una jerarquía en la cuál pueden encontrarse Jóvenes Venenos —en el caso de los iniciados y aspirantes—, Santidades Debilitantes, Horrores Fatales o Fatales —en el caso de los clérigos—, la Madre de todas las Plagas carece de ordenes militares o de caballeros. En su lugar, los cultos de Talona suelen ser pequeñas cábalas de pícaros, asesinos, terroristas y alimañas. Algunos ejemplos de estas organizaciones, son las Ratas Pestilentes —asesinos, ladrones y hombres-rata de las Tierras Salvajes que datan de antes de 1367 DR— y los Hijos de la Plaga. Este último grupo, comenzó como un conjunto de Cruzados durante la Guerra Pútrida (902 DR), pero no tardó en degenerar en una cofradía de matones y ladrones que extorsionaban la región de Chondath con la cólera de Talona como amenaza.

El Templo más importante de la Diosa, es la Casa del Abrazo Nocturno, una fortaleza religiosa situada en Tashluta. Defendido por asesinos de máscaras negras, gárgolas y gólems, el zigurat esconde en su interior investigaciones sobre venenos y brebajes capaces de propagar letales enfermedades —así como los antídotos de estos, los cuáles sólo se venden a un precio muy elevado. Los devotos que moran en la Casa del Abrazo Nocturno, además, frecuentan las diferentes Casas Nobles y cortes de Faerûn, entrometiéndose en asuntos políticos y amorosos por mera diversión. Incluso si no son ajenos al arte del disfraz —decantándose por fingir ser perfumistas o vendedores de excelsos vinos—, su verdadera llamada, es conocida por muchos.

Ahora bien, ¿dónde están los talonitas PJ en Puerta de Baldur? Algunos de los rumores vinculados al culto en los últimos años, son los siguientes...


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